Julio Sánchez Onofre / El Economista
Vivimos un momento en que los mundos digitales se extienden a nuestra vida social y de trabajo a través del espacio virtual. Todavía es un enigma si el mundo digital regirá sobre el físico, pero lo cierto es que la tecnología ha propiciado un cambio en la forma de producción de bienes y cultura, observa la investigadora especialista en el estudio de las culturas juveniles Maritza Arteaga.
Con la llegada de la digitalización, la experta de la Escuela Nacional de Antropoligía e Historia advierte de una precarización de las condiciones laborales para los emprendedores y creadores digitales.
Las nuevas generaciones de creadores ven el desvanecimiento de la línea entre vida profesional y privada, y trabajan “apasionadamente” por proyectos —sin una fuente fija de ingresos— que son mal remunerados, sin beneficios ni seguridad social.
“Hay una falta de compromiso social de los nuevos tipos de empresas que tienden a aprovecharse y a subcontratar a los más jóvenes, a precios muchos más bajos para que hagan labores muy especializadas que han exigido mucho estudio y dedicación”, comenta en entrevista.
Maritza Arteaga es una de las coordinadoras del libro “Jóvenes, culturas urbanas y redes digitales” junto con Francisco Cruces y que estuvo bajo la dirección de Néstor García Canclini. La obra impresa fue presentada la noche del martes pasado.
García Canclini mostró incertidumbre sobre el futuro de los jóvenes de hoy. “Esta generación tiene un futuro incierto. No accede a las prestaciones que tuvo la generación anterior, ni la idea de una jubilación no tenemos idea de cómo vamos a vivir”.
En el libro va más allá. El coordinador general del proyecto cita al investigador Emilio G. Medici para cuestionar la creatividad como el motor de la economía: “¿No encubren los elogios a la creatividad y el emprendimiento la gravedad del desempleo o la incapacidad del actual modelo económico para incorporar a las nuevas generaciones?”.
Editado por Fundación Telefónica y Editorial Ariel, el estudio es el resultado de una serie de investigaciones realizadas durante dos años en la ciudad de México y Madrid que busca explicar cómo las nuevas tecnologías cambian la forma de producir y consumir cultura, y las formas de relacionarse de los jóvenes con el mundo.
Este análisis destaca que las tecnologías digitales y dispositivos en red han creado relaciones sociales más horizontales y flexibles. Esto ha permitido que las nuevas generaciones sean “ciudadanos del mundo”, donde las condiciones geográficas dejaron de ser un obstáculo para llegar a lugares remotos.
Pero “ser ciudadano del mundo es una condición muy riesgosa y se paga caro”, dice Francisco Cruces, coordinador del equipo de investigadores de Madrid y profesor de Antropología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España.
“Tienen una vida muy loca, muy movida. Trabajo por proyectos y no puedo planificar nada porque no sé en qué voy a estar mañana”, dice a este medio, minutos antes de la presentación.
MÁS CREATIVOS, MENOS APOCALÍPTICOS
Editores independientes, artistas visuales, músicos y productores digitales participaron en el estudio que busca encontrar las nuevas dinámicas de comunicación y producción cultural, e incluyó observaciones de campo en festivales, casas de cultura y lugares de expresión.
Cuestionamientos sobre la supervivencia del libro físico sobre las ediciones electrónicas, y la crisis de la industria discográfica florecieron durante la investigación. García Canclini observa que los jóvenes tienen una visión menos pesimista si se contrasta con los productores y editores tradicionales.
“Cuando uno ve cómo están desempeñándose los jóvenes, en primer lugar no se hacen esa exigencia de profetizar lo que va a ocurrir en cinco años. Luego, tienen una visión menos apocalíptica”, escribió el experto en el prólogo que está desarrollado a manera de diálogo entre Néstor García Canclini y Francisco Cruces.
“(El prólogo) lo hicimos mediante una conversación por Skype”, acotó como dato curioso.
Entonces, ¿las nuevas formas de producción cultural ocasionarán que, por ejemplo, el libro en físico vaya a desaparecer? Maritza Arteaga lo ve poco probable. Lo que cambia, dice, son las formas de comunicar los textos y la manera de hacer negocio de la industria editorial. Lo mismo pasa para las artes visuales o la industria discográfica.
“Fue gratificante descubrir que la música no estaba en crisis, como dijeron las grandes corporaciones, sino la industria y los modelos de negocio del siglo XX basados en un modelo corporativo y monopólico”, comenta.
EN LA BÚSQUEDA DE SENTIDO
Las nuevas formas de producción asumida por los jóvenes creadores “nunca tienen que ver con los objetos”, enfatiza Francisco Cruces.
“Lo que producen estas redes no son mercancías, sino que producen sentido. Muchos se han ido de sus trabajos porque estaban hartos: ‘Prefiero la precariedad. No queremos ser mentes planas en una oficina cualquiera’”, relata el catedrático español.
Producir sentido, agrega, es algo esencial en cualquier cultura. “Esa es la fuente de la que están hechas las cosas importantes”.
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